No leo un libro desde junio y no es que no lo haya intentado porque he empezado unos cuantos y los he dejado todos. No porque no me gusten, a veces simplemente me pasa y espero a que deje de pasarme. A pesar de estos momentos de sequía lectora, de que este curso voy a estar muy liada (o más) y de que nunca he acabado ninguna de las yincanas a las que me he apuntado, he decidido unirme a la nueva iniciativa de los blogs Negro sobre blanco y De tinta en vena, aunque apenas haga nada. Pero es que no puedo evitarlo: soy yincanera.
A pesar de que, como he dicho antes, no he completado ninguna yincana (al final, todo consiste en disfrutar de las cosas y no forzarlas), el haberme apuntado a todas ellas me ha servido para conocer gente, blogs y autores nuevos que jamás habría leído de otra forma y, qué queréis que os diga, solo por eso ya merece la pena.
Si alguien quiere saber en qué consiste lo de ser yincanero, los requisitos se encuentran en los blogs Negro sobre blanco y De tinta en vena. Yo solo voy a decir que empiezan con una novela de Víctor del Árbol y eso es empezar fuerte.